ORATORIO DE LA SANTA CUEVA

 

 Junto a la Parroquia del Rosario, se encuentra el Oratorio de la Santa Cueva, que perteneció a la Congregación del Retiro Espiritual, fundada en Cádiz hacia 1.730. Entre sus miembros, se encontraban los personajes más eminentes de la sociedad gaditana del siglo XVIII. 

La historia de la Santa Cueva está vinculada a la cofradía de la Madre Antigua, que tuvo su origen en las reuniones que todos los jueves, al anochecer, tenía un grupo de varones para meditar en la Pasión del Señor. A partir de 1730 los cofrades se instalaron en la parroquia del Rosario, donde en 1756 se descubrió casualmente un subterráneo en el que, tras adecentarlo, continuaron con sus ejercicios de piedad, recibiendo la cofradía desde entonces el nombre de Hermandad de la Santa Cueva.

Su etapa de máximo esplendor comienza en 1771, cuando el venerable sacerdote Don José Sáenz de Santamaría, marqués de Valde-Iñigo, se hace cargo de la dirección espiritual de la cofradía de la Madre Antigua y emprende a sus expensas la construcción del Oratorio de la Santa Cueva.
 
 

La fachada de la Santa Cueva es muy sencilla, articulada por pilastras dóricas, entre las que se encuentra el retablo público con la pintura de la Virgen del Refugio de Franz Riedmayer.
 

Se accede a la Santa Cueva a través de un pequeño vestíbulo que sirve al mismo tiempo de rellano de la artística escalera de ascenso a la capilla alta, situada por encima del nivel de la calle, y de descenso a la capilla penitencial.


La capilla baja o de la Pasión, es un espacio destinado a la oración en silencio, a la práctica de los ejercicios de la Pasión del Señor y de las Siete Últimas Palabras de Jesucristo en la Cruz. Tiene planta basilical de tres naves separadas por pilares cruciformes y cubiertas por bóvedas vaídas la central de arista las laterales. Al fondo de la capilla se encuentra un estrado con la cátedra desde la que el director espiritual dirigía las meditaciones. El rigor del espacio, con los muros blancos y desnudos acentúa la dramática presencia en el frontal del Calvario, tallado por Gandulfo y Vaccaro, iluminado sólo por la luz cenital proveniente de la linterna, con Jesucristo en el centro, rodeado por su madre la Santísima Virgen María, San Juan Evangelista y las santas mujeres: María Magdalena, María Cleofás y María Salomé.


La capilla alta o del Santísimo Sacramento, es de planta oval, construida sobre la iglesia subterránea y, en contraste con el rigor ascético y penitencial de la anterior, destaca por la riqueza de sus materiales y por la excelencia de su decoración pictórica y escultórica. El altar principal de todo el conjunto se dispone en el eje mayor de la elipse, desde donde preside el espléndido sagrario, con seis columnas corintias de plata en su interior y de jaspe en el exterior. Los muros se organizan mediante ocho columnas adosadas de orden jónico, realizadas también en jaspe.
 
 Sobre su entablamento, decorado con parejas de ángeles, se levanta la cúpula que fue pintada por el italiano Antonio Cavallini, que logró el efecto óptico de relieves en escayola. 
 
 
En los intercolumnios centrales de la capilla se sitúan altorrelieves en estuco, que representan las comuniones de San Estanislao de Kostka y de San Luis de Gonzaga, obras de Cosme Velázquez.

Bajo el arquitrabe, en los lunetos de los intercolumnios restantes, se disponen cinco lienzos, tres de ellos obra de Francisco de Goya: "La multiplicación de los panes y los peces", "El convite real", y "La última cena"; y de Zacarías González Velázquez y de José Camarón: "Las bodas de Caná" y "El rocío del maná", respectivamente. 



En los rellanos de las escaleras se pueden admirar, además, ls esculturas de la Virgen de la Soledad, Cristo caído bajo la cruz, Cristo atado a la columna y el Buen Pastor obras de Manuel González el "Granadino" . También nos encontramos con la tumba de Don José Sáenz de Santa María. 
 

 

Asimismo, podemos contemplar en el centro de la capilla alta el retrato del Padre Santamaría y en la sacristía el cuadro original de "La Virgen del Refugio de los Pecadores".
 

 Como remate a toda la obra, el Padre Santamaría quiso enriquecer su Oratorio con una pieza musical que acompañara la predicación de las Siete Palabras en la mañana del Viernes Santo. El marqués de Méritos y el marqués de Ureña, que eran músicos, intervinieron para que el famoso compositor austriaco Hoseph Haydn escribiera su obra "Las Siete Últimas Palabras de Nuestro Redentor en la Cruz", que se estrenó en Cádiz el Viernes Santo de 1.783.






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